El Trastorno Bipolar es un trastorno mental muy frecuente. Se estima que alrededor del 5% de la población lo padece, aunque tarda una media de 8-10 años en diagnosticarse correctamente desde la aparición de sus primeros síntomas en la edad juvenil o comienzos de la adultez.

El trastorno bipolar se caracteriza por la sucesión de episodios de alteración del estado de ánimo y la conducta de polaridad inversa. Así, las personas que lo sufren pueden sumirse en largos periodos de depresión, letargo, apatía, pérdida de proyecto vital, e incluso ideas y tentativas de suicidio. Por el contrario, durante los periodos denominados maniacos, el paciente experimenta una exaltación del ánimo, la autoestima, energía, ve reducida su necesidad de dormir (sin verse fatigados por ello), se muestran locuazes, verborreicos, jocosos o irritables; sus pensamientos bullen uno tras otro en una sucesión incesante de ideas y proyectos (en no pocas ocasiones poco realistas); los pacientes en fase maniaca suelen mostrar más actividades de lo habitual, frecuentemente arriesgadas (promiscuidad sexual desprotegida, conducción de vehículos sin atenerse a los códigos de circulación, actitudes o comentarios inapropiados e indiscretos en el trabajo o con familiares y amigos, consumos de sustancias y alcohol).

Es la sucesión de estos episodios de inestabilidad emocional lo que genera un mayor impacto sobre la vida de las personas afectadas por un trastorno bipolar, interrumpiendo el curso de sus proyectos y generando gran discapacidad y sufrimiento si no son diagnosticados y tratados adecuadamente.

Los profesionales que trabajamos en este trastorno hemos definido 2 subtipos fundamentales (I y II), atendiendo a las características, curso y pronóstico de cada uno. Sin embargo, resulta absolutamente necesario un enfoque personalizado e integrador, que traiga nuevamente la esperanza a quienes han estado vagando muchas veces sin ayuda o comprensión.