Debido a la insólita, alarmante y devastadora pandemia surgida tras la irrupción del COVID-19, toda la sociedad ha vivido una situación jamás experimentada. La incertidumbre ante la falta de noticias, el bombardeo de cifras en la televisión y las redes sociales y la obligatoriedad de permanecer confinados en el pequeño espacio de nuestros domicilios ha generado gran tensión. Muchas personas que ya sufrían algún padecimiento psicológico han experimentado descompensaciones. Pero también ciudadanos sin patologías psicológicas previas han estado sometidos a gran tensión, desazón, y sensación de falta de control sobre sus vidas, antes estructuradas. Nuestros hábitos, nuestras rutinas, ir a trabajar o abrazar a nuestros seres queridos se ha vuelto algo muy duro y estresante.

Ahora, que parece que la amenaza del COVID-19 va estando más controlada y podemos salir a la calle muchas personas han experimentado una gran angustia al salir de sus casa, llegando a desarrollar el conocido como “síndrome de la cabaña”.

Este síndrome se experimenta ante el retorno de la normalidad después de permanecer encerrado un largo periodo de tiempo. La vuelta a la normalidad como puede ser las progresivas salidas a la calle, el contacto con otras personas, retorno al lugar de trabajo habitual, etc. puede asociarse a la aparición de sentimientos de ansiedad y miedo ante tales situaciones, llevando a muchas personas a evitar enfrentarse a salidas y actividades que antes eran habituales. En no pocos casos, los profesionales de salud mental nos hemos visto obligados a afrontar esta nueva situación y hemos adaptado nuestra forma de trabajar con las personas que buscan ayuda: realizando visitas a su domicilio con adecuados métodos de protección, llevando a cabo videoconsultas de modo regular, trabajando a nivel psicoeducativo y psicocomprensivo con pacientes y familiares.